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OSIRIS-ReX. El resurgir de Bennu.


Ahogado en el Nilo, Osiris termina siendo desmembrado en el transcurso de una lucha desigual. Su hermano pequeño Seth consuma así la conspiración, cometiendo el error de no tener cuenta la injerencia de sus hermanas Isis y Neftis. Gracias a ellas Osiris resurge de entre los muertos; conquista el más allá y se hace juez supremo del Maat. Él será quien disponga la balanza que dictamine si el corazón de los muertos será devorado por Ammyt o no. 


Osiris, dios de la justicia, se encarga de dar fertilidad a la tierra. La orilla del Nilo sobrevive desde entonces entre el orden y el caos que los dioses les arrojan en su día a día. La prosperidad periódica en el delta es culpa suya. Sus habitantes gestionan la carga gracias a la capacidad de una sociedad que progresa adecuadamente hacia el ejercicio de lo divino en lo humano. Esa nube de deidades que les condiciona la vida no les impide sin embargo desarrollar elementos y procesos que auguran un buen futuro.




Esta noche (a las 22h hora peninsular española), la misión OSIRIS-REx de la NASA (Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security, Regolith Explorer) comienza la secuencia de encendido de su viaje de vuelta a la Tierra con las muestras recogidas en el asteroide Bennu en octubre de 2020, al que llegó en 2018. Una maniobra que lo sacará de la órbita en aproximadamente 1/4 h. después. Es la primera misión a un asteroide cercano a nuestro planeta. La cápsula con más de 60 g. de material está previsto que llegue a la Tierra el 24 de septiembre de 2023. Gracias a la mecánica orbital es posible aseverar que será ese momento en el que las órbitas de ambos se crucen en el continuo espacio-tiempo. Dicho así parece complicado -y en realidad lo es- pero para entendernos, sería algo a que Nacho Rodríguez le lance el balón a Rudy Fernández para hacer un alley hop en un partido de la selección de basket. Nacho sería Bennu, el balón sería la cápsula, y Rudy sería la Tierra… solo que OSIRIS-REx no recorrerá una parábola de 6 metros, sino 2 300 millones de kilómetros, que incluyen dos órbitas solares.  


Créditos: NASA/Goddard/University of Arizona


De forma nada casual, la misión contiene el nombre de Osiris porque el animal mitológico Bennu, equivalente al fénix griego, está también asociado con las crecidas del río Nilo y el resurgimiento cada día desde la oscuridad de la noche. La garza que lo representa solía surcar los cielos de aquel Egipto cada amanecer, haciendo suponer a los pobladores del delta que resurgía de las tinieblas.


Aunque la sonda japonesa Hayabusa-2 haya hecho ya todo eso, como conté en esta entrada, sí que es cierto que la cantidad de material de Bennu que traiga de vuelta la misión OSIRIS-REx supondrá la mayor muestra de la historia de la NASA desde lo que trajeron las misiones Apolo. Y una de las curiosidades de esa muestra que llegará es que la NASA solamente repartirá para su estudio un 25% de ella, dejando el 75% restante para que las generaciones futuras puedan estudiarla con tecnologías que hoy en día no existen. Algo que responde a un principio básico en el ámbito científico: caminar a hombros de gigantes, o lo que es lo mismo, aprovechar avances pasados para descubrimientos futuros.



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