Burbida Magna (noroeste de la Península Ibérica). Siglo II d.C.
La vida en las tierras del Imperio Romano está a menudo pendiente de miradas al cielo cuando los años no son especialmente buenos con las cosechas, siendo a la vez conscientes de que, mientras eso no ocurra, han de bajar la cabeza y con esos mismos ojos llenos de incertidumbre buscar en el mar lo necesario para garantizarles el sustento para la familia.
El origen del culto a la diosa Ceres lleva tiempo realizándose con un único fin: que surta los campos con un mínimo indispensable que acompañe los deliciosos platos día tras día. Suculentos pescados que los marineros traen a puerto o animales criados para venta y consumo propio en las granjas. Los terrenos del interior necesitan de la bonanza que Ceres pueda aportar, pero si algo caracteriza a la Italia de hace 2.000 años es su estrecha relación con el Mare Nostrum, el Mediterráneo. En Burbida Magna (Hispania) la esencia es la misma, aunque el eternamente embravecido oceano Atlántico quite algunas cosas, dando a cambio otras.
El negocio del pescado en salazón es cada vez más boyante a lo largo de varios kilómetros de costa. Se necesita mucha sal para tanta pesca y el sistema de evaporación solar es fascinante de puro sencillo. Junto a una playa infinita, una ensenada contiene los depósitos con el sistema de compuertas para que la producción sea constante. El agua entra y se baja la compuerta, los trabajadores van recogiendo ese agua y llevándola a una era colindante, pero de apenas unos dedos de profundidad y el calor del sol y el viento terminan haciendo evaporarse el agua de modo que los cristales de sal quedan expuestos, como desnudos e indefensos, traicionados por esas moléculas de agua con las que han recorrido miles de kilómetros por el océano. Y es que su ciclo no para: evaporación, condensación y precipitación. Cuando eso ocurre, los trabajadores solo tienen que cambiar la cubeta por la pala y recoger el preciado bien. Una y otra vez, lo que Ceres no les da, ellos lo dejan al descubierto.
Fuente: descubrecadadia.blogspot.com _
Hoy en día, el sitio arqueológico “Salinae” es el único yacimiento musealizado de una salina de lo que fuera el Imperio Romano. Está en Vigo (España), y os animo a visitarlo sin ni siquiera haber estado yo allí.
Ceres, único (y enano) planeta entre Marte y Júpiter. Siglo XXI.
Con la vista puesta en Marte, amenazante a la espera de los acontecimientos que le sobrevengan desde la Tierra durante los próximos años, Júpiter pastorea elegantemente el rebaño de piedras que hay entre ambos gracias a la fuerza de atracción gravitatoria. El Cinturón de Asteroides (CdA). Un grupo de rocas atrapadas entre dos de los dioses más representativos de la mitología romana. Ceres, diosa de la agricultura, entre Marte, el dios de la guerra, y Júpiter, el dios supremo.
El 27 de septiembre de 2007, la NASA envía la sonda Dawn (“Amanecer”, en inglés) con tres objetivos principales. Conocer más sobre cómo se formaron los planetas rocosos, contrastar la información entre Ceres y Vesta, dos pequeños mundos, que siguieron caminos muy distintos en su desarrollo para poder controlar esa evolución y averiguar también cuál es el rol del agua en función del tamaño para determinar la formación de planetas.
Vesta y Ceres son dos protoplanetas cuyo crecimiento en los albores del Sistema Solar se vio interrumpido por la formación de Júpiter. Uno es un asteroide gigante y el otro un planeta enano. La misión NASA Dawn es como una especie de puente entre la exploración de los mundos rocosos y los gaseosos. Con sus datos se complementan los estudios que ya tenemos sobre Mercurio, la Tierra y Marte.
Un viaje de 6.900 millones de km en el que, después de una asistencia gravitatoria de Marte en 2009, en 2011 llega a Vesta (2º cuerpo celeste más grande del CdA). Es la primera en orbitar un cuerpo del Cinturón. Durante el trayecto hacia Ceres, su siguiente destino, los astrónomos ya habían advertido unos puntos brillantes y difusos en el cráter de impacto Occator. Después de cuatro años, Dawn avanza hacia Ceres y se convierte en la primera sonda en orbitar un planeta enano. Desde entonces hasta el fin de la misión recoge todo tipo de datos datos, también de esos lugares de Occator.
Ciencia en estado puro: nuevos retos en forma de nuevas preguntas sin respuesta. Incidencia de la luz solar al tomar la imagen, la cámara de la sonda… ¿qué está pasando? Solo hay una cosa clara, y es que no son aliens. Tenemos demasiados datos como para poder confirmarlo. En un principio, los científicos creen estar ante carbonato de sodio, y sería el resultado de la evaporación de un líquido tras su llegada a la superficie, pero ¿qué líquido? La relación de Ceres con la sal marina en Hispania y el crossover con otro tipo de sal a millones de kilometros de distancia ya es un motivo más para alegrarse de haber enviado una sonda. Durante varios años Dawn focaliza sus esfuerzos ahí, aportando gran cantidad de información. Las fotos sacadas desde unos 35 km de su superficie en los últimos coletazos de la misión parecen magia. Ese análisis ha permitido confirmar cómo es el interior del planeta y determinar la existencia de un depósito de salmuera. Agua enriquecida con sal, 40 km. de profundidad y cientos de kilómetros de ancho. Maravilloso.
En palabras del director de la misión, Marc Rayman "Dawn logró mucho más de lo que esperábamos cuando se embarcó en su extraordinaria expedición extraterrestre”. Las zonas reflectantes del cráter Occator hicieron plantearse una extensión de la misión que finalmente se llevó a cabo. Fueron bautizadas como Cerealia Facula y Vinalia Faculae (en latín, “facula, -ae” significa punto brillante) y durante esa última fase, entre 2017 y 2018, se dedujo que si hoy brillan tanto es porque son jóvenes (<2 millones de años). Lo normal es que, con el tiempo, el polvo y los escombros resultantes de la caída de micrometeoritos termine tapándolos. El misterio de Occator estaba cada vez más cerca de ser descubierto.
Años de investigación han resuelto que es la actividad geológica del planeta enano la que de alguna manera bombea ese compuesto a la superficie de Ceres, y también que se trata de cloruro de sodio unido quimicamente con agua y cloruro de amonio en Cerealia Facula. Esas sales con agua se deshidratan en unos pocos cientos de años, pero las de las imágenes de Dawn aún tienen agua, de lo que se deduce que debajo del propio cráter hay líquido.
Todas estas conclusiones son “más o menos” fáciles de alcanzar. La verdadera explicación cualitativa viene de gente como Carol Raymond (investigadora principal) al decir que en Cerealia Facula la mayoría de las sales provienen de un área fangosa bajo el cráter que se derritió por el calor del impacto que hace unos 20 millones de años formó Occator. Y que ese impacto provocó fracturas internas en Ceres por las que probablemente la salmuera se filtre hacia la superficie. Además, por primera vez se han visto en Ceres formaciones como las encontradas en las regiones polares de Marte. Pequeñas montañas de hielo formadas por agua subterránea presurizada congelada que también pueden haber aportado líquidos al cráter Occator.
Aún recuerdo cuando se empezó a hablar de aquellas imágenes durante los sobrevuelos de la NASA Dawn por la zona, y pensaba que pasarían décadas hasta poder resolver el enigma de los puntos brillantes de Ceres. Parece mentira que consigamos deducir procesos tan complejos que han sucedido hace tanto tiempo y a tanta distancia de nosotros, pero bueno, también parece mentira que la diosa romana de la agricultura nos haya hecho establecer relaciones sobre salmuera durante 2.000 años. Quién sabe si Cerealia Facula y Vinalia Facua se formaron en el planeta enano hace siglos, en el preciso momento en que los moradores de Burbida Magna trabajaban las salinas del noroeste de la península Ibérica durante el siglo II d.C.
Fuentes:
https://descubrecadadia.blogspot.com/2019/02/salinae-salinas-romanas-en-vigo.html
https://solarsystem.nasa.gov/missions/dawn/mission/objectives/