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2018: Varias odiseas en el espacio

Con la vista puesta en lo que nos deparará 2019 en materia de nuevas misiones espaciales y análisis de resultados de las ya existentes, me gustaría hacer un breve repaso a lo que ha pasado este año, aunque hay tanto que contar, que es posible que me deje muchas cosas.



Desde tiempos inmemorables, el ser humano ha querido saber qué hay más allá de la colina, y apoyándonos en la experiencia de nuestros antepasados hemos conseguido llegar al punto en el que nos encontramos hoy. Lo definiría perfectamente el evento que tendrá lugar en la madrugada de esta Nochevieja con el sobrevuelo de la sonda de la NASA New Horizons en un objeto del Cinturón de Kuiper: Ultima Thule. Si no estabais muy “perjudicados” a las 6.30h a.m. (hora peninsular española), quizá pudierais seguirlo en directo. Bueno, en riguroso directo no. La señal tardará un buen rato en llegar…

Pero dejemos el año nuevo para otro momento y comencemos a recordar lo que ha ido pasando. El ser humano ha llegado a lugares recónditos de nuestro Sistema Solar, e incluso se ha propuesto avanzar tecnológicamente para poder llegar más allá. Citius, altius, fortius. Y, ojo, a nivel internacional. Cada vez más países invierten en tecnologías aerospaciales y colaboran entre ellos, sabedores de que juntos avanzamos más rápido. Saltamos de 2017 a 2018 con la miel en los labios por las sucesivas cancelaciones del Falcon Heavy de SpaceX. Lo cierto es que era algo demasiado grande como para no esperarlo con ansiedad. 

Las naves con fines comerciales que iniciarían sus tests en 2018, lo pospusieron para este año en el que entramos. La NASA supervisa en ellas los desarrollos del Starliner en el Atlas V y la Dragon 2 en el Falcon 9.


En cuanto a cohetes se refiere, tenemos que mencionar los diferentes pasos en innovación tecnológica que se han llevado a cabo. En enero se lanzó el segundo cohete “Electron”, después del fallo del primero, y alcanzó la órbita en la que desplegar sus CubeSats. El primero en el que interviene alimentación eléctrica en el proceso de combustión. En febrero, Japón lanzó el cohete sonda SS-520-5 a vuelo suborbital en el que envió tres CubeSats en lo que ha sido el vehículo más ligero y pequeño lanzado nunca al espacio.

El 6 de febrero, millones de personas vivimos un hecho que por mucho que algunos lo denominen un simple test, lo cierto es que SpaceX supo sacar -y pudo- el rendimiento a una de las extravagancias de su jefe, Elon Musk. No se probaba el Falcon Heavy. SE PROBABA el Falcon Heavy, para mandar rumbo a Marte su carga útil -inútil para muchos, insisto-: un maniquí vestido de astronauta llamado Starman al volante del Tesla rojo descapotable mientras sonaba el clásico de David Bowie… pero no acababa ahí la cosa. Mientras eso ocurría, la increíblemente satisfactoria capacidad de recuperación de la primera etapa del Falcon 9 vivía su versión más excelsa y cinematográfica con el aterrizaje simultáneo de las dos unidades que habían ayudado a poner en órbita el Falcon Heavy. Fue glorioso y memorable a partes iguales. La realidad superando a la ficción, una vez más. Una catarsis espacial a la que millones de personas en todo el mundo estuvimos enganchados con la emoción de un crío.



Cualquier cosa que os cuente ahora puede que no os parezca tanto, lo sé, pero no por ello dejaré de hacerlo. Al fin y al cabo, esto es un resumen y hay que meter todo lo relacionado con el tema.

En mayo, la NASA seguía dando pasitos de gigante para estudiar Marte, no vaya a ser que en un futuro haya que ir y no tengamos ni idea de qué pasa allí. Por eso lanzó la misión MarsInSight, con la que se está estudiando la actividad sísmica del planeta rojo gracias a la tecnología implantada en el rover que aterrizó en suelo marciano el pasado mes de noviembre después de medio año de viaje. Toda una gesta debida a la dificultad de tomar tierra allí “por culpa” de la débil atmósfera que obliga a frenar desde los 17.000 km/h a los 8 km/h en esos “7 minutos del pánico”, como los llaman en el mundillo. Paracaídas, escudo térmico, retropropulsión y cruzar los dedos. No hace más, ni menos. Que le pregunten a la sonda Schiaparelli, por ejemplo… 


En junio la sonda japonesa Hayabusa2 alcanzó su objetivo: el asteroide Ryugu. La misión también parece de película, si no fuera porque lo que va a hacer YA SE HA HECHO. Acercarse a la superficie, desplegar su brazo robótico, taladrar y recoger varios gramos de polvo para traerlos a la Tierra y analizarlos. Os he dicho que lo del Tesla al espacio era mucho, pero comparándolo con esto parece un juego de niños ¿eh?… 


En agosto, NASA lanzaba ni más ni menos que a explorar el Sol la sonda Parker Solar Probe. El lema que dieron a los medios fue puro marketing: "Una misión para tocar el Sol". La culminación a un proyecto concebido durante la década de los 90. Su objetivo es sobrevolar la corona solar a unos 6 millones de kilómetros de distancia de nuestra estrella para conocer más sobre su campo magnético, sobre el viento solar y los diferentes procesos que ahí tienen lugar. Utilizará Venus repetidamente como asistente gravitatorio para disminuir su perihelio orbital. Si os preguntáis cómo va a ser posible eso, con el calor que hará tan cerca del sol, pues la respuesta la tiene la tecnología. Un escudo protector de carbono reforzado de más de 11cm. capaz de soportar hasta 1.377ºC. Si ese escudo no está bien orientado entre la radiación y los instrumentos, el instrumental se freiría en segundos, así que los 8 min. de retardo de señal hacen que sea la propia nave la que deba autorrecolocarse. Todo un reto que llegaría en noviembre a realizar su primer perihelio, viajando más rápido que cualquier otro artefacto.


Octubre fue un mes de lo más ajetreado. El día 20 tuvo lugar el lanzamiento de la misión Bepi Colombo, colaboración entre JAXA y ESA rumbo a Mercurio. Una misión de 10 años con múltiples flyby´s en la que allá por 2025 se desplegarán dos orbitadores para estudiar el planeta. Desde la Messenger de NASA no se había tenido en cuenta a nuestro vecino más pequeño.  En el terreno de los vuelos tripulados a la Estación Espacial Internacional, la misión Soyuz MS-10 fue abortada por un fallo técnico y sus astronautas deberán esperar a marzo de 2019 para volar en la Soyuz MS-12. El día 27 se lanzó el Zhuque-1, primer cohete desarrollado en el sector privado en China -aunque no consiguió llegar a la órbita-. 



En diciembre, la empresa Virgin Galactic, del otro extravagante del sector, Richard Branson, envió su SpaceShipTwo por encima del límite de las 50 millas que la Administración Federal de Aviación norteamericana define como “espacio”. Además, la misión OSIRIS-REx llegaba a Bennu para algo similar a lo que la Hayabusa2 en Ryugu.


La OSIRIS-REx ha batido en la Nochevieja dos récords: Bennu será el astro más pequeño alrededor del que nunca hayamos puesto una sonda en órbita y también será la órbita de más baja altura de siempre… y todo eso ha ocurrido a 108 millones de kilómetros de aquí. Tremendo colofón a un año fantástico al que hay que añadir (aunque ya sea 2019) la confirmación del buen estado de la misión New Horizons sobre el asteroide 2014 MU69, al que coloquialmente se ha denominado Ultima Thule. (Espero poder realizar una entrada sobre ello en cuanto comiencen a confirmarse datos e imágenes del sobrevuelo que tuvo lugar a las 6.33h hora peninsular española del 1 de enero de 2019.) Algunos celebraron las campanadas de fin de año, y otros celebramos los 111 lanzamientos realizados exitosamente (de 114), las 8 actividades extravehiculares (o paseos espaciales) y, en definitiva, la ciencia que estamos llegando a hacer a millones y millones de kilómetros de nuestra casa.




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